viernes, 5 de noviembre de 2010

HIJOS DE EQUIDNA Y TIFÓN

 Hace días fue Higino quien, con su sospechoso Bosphorum, nos dio la oportunidad de adentrarnos en el  mar Negro, siguiendo a la enloquecida Ío. Hoy quiero servirme de Apolodoro para presentaros a una familia de lo más terrorífica. Traduciendo el texto sobre el décimo trabajo de Heracles, el que le trajo a las costas de la actual Cádiz en busca de los bueyes de Gerión, hemos conocido a ese misterioso κυων δικεφαλος , el perro de dos cabezas que vigilaba el rebaño y al que Heracles tuvo que matar para apoderarse de los bueyes. Apolodoro nos dice que era hijo de Tifón y Equidna, lo que le hace hermano de otro temible can, más famoso que Ortro, ¿adivináis de quién se trata? Cerbero, claro, quien, no con dos, sino con tres cabezas y cola de serpiente, tenía la misión de vigilar la entrada de los infiernos para impedir la salida a los muertos y la entrada a los vivos. Aquí tenemos una imagen de cada uno, aunque Ortro no da mucho miedo, la verdad.
  Pero estos dos perros monstruosos no son los únicos hermanos con quienes se enfrentó Heracles, el héroe matador de monstruos por excelencia. También la Hidra de Lerna pertenece a esta singular familia, hija, como los anteriores, de Tifón y Equidna. Sí, la Hidra, esa serpiente de nueve cabezas que se regeneraban continuamente al ser cortadas. Con ayuda de su sobrino Yolao, que quemaba cada vez con tizones la herida para impedir que la carne se regenerase, Heracles consiguió acabar con ella.
Y a la vista de tan peculiar descendencia, nos entra la curiosidad por saber más de esos prolíficos progenitores. ¿Quiénes eran Tifón y Equidna?   
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Tifón, el padre, era un ser gigantesco y aterrador: su cabeza rozaba las estrellas y con sus brazos extendidos, cuyos dedos remataban cabezas de dragones, podía tocar a la vez Oriente y Occidente. Sus ojos lanzaban llamas y horribles víboras ceñían la parte inferior de su cuerpo alado. Sobre su origen hay varias leyendas: o bien es el hijo menor de Gea, o bien lo engendró Hera solita, sin ayuda masculina; luego se lo entregó a otro ser monstruoso, a la serpiente Pitón (sí, a la que mató Apolo para apoderarse del oráculo de Delfos), para que lo criase. Fuera como fuera, lo cierto es que Tifón atacó a los dioses y Zeus, tras una larga persecución, consiguió aplastarlo arrojándole encima el monte Etna, de donde salen a veces todavía las llamas y los rugidos del monstruo prisionero.         

Y si en esta imagen no parece tan terrible mirad en cambio a qué devastador fenómeno meteorológico ha dejado su nombre, a un ciclón propio de las costas de Asia, como el que asoló Filipinas hace unas semanas



¿Y Equidna, la madre?, pues tampoco era ningún angelito. Equidna, la víbora, tenía un cuerpo de mujer terminado en cola de serpiente en lugar de piernas. Según alguna tradición, vivía en el Peloponeso, y tenía la fea costumbre de andar por ahí devorando viandantes; quien se encargó de darle muerte fue, ni más ni menos, que Argo de los Cien Ojos.
Ya hemos hablado de 3 de los hijos que tuvieron este par de monstruos, pero aún queda un cuarto hermano, hermana, mejor dicho. Se trata de la Quimera, animal con parte de león, parte de serpiente y parte de cabra, que despedía llamas por la boca, y a quien quitó de en medio el héroe Belerofonte a lomos de su caballo Pegaso: puso un trozo de plomo en la punta de su lanza, al calor de las llamas que despedía la Quimera el plomo se derritió y mató a la bestia
Pero aquí no acaba la saga, ya que la madre, Equidna, en un momento dado se unió a su propio hijo Ortro y de ellos nacieron dos viejos conocidos: el león de Nemea, a quien mató Heracles en su primer trabajo y con cuya piel se cubrió a partir de entonces, y la Esfinge, el monstruo con rostro de mujer, pecho, patas y cola de león y alas, como un ave de rapiña, que devoraba a los incautos que pasaban por Tebas y no sabían responder al enigma que les planteaba; hasta que llegó Edipo, claro.
Como veis, una larga tradición familiar de seres fantásticos, enemigos ideales en los relatos mitológicos, que dan más valor al coraje, la fuerza o la astucia de determinados héroes. Y comprobamos que en muchos de estos seres aparece la serpiente como elemento recurrente: algunos son verdaderas serpientes, como Equidna o la Hidra; otros tienen atributos serpentinos en alguna parte de su cuerpo. La serpiente, el animal que simboliza mejor que ningún otro las fuerzas telúricas, las que provienen del interior de la tierra por la que se arrastra. Y así, el simbolismo de la serpiente tiene una doble cara: por un lado representa los poderes benéficos de la tierra y garantiza la fecundidad. Es un animal al que se asocian virtudes sanadoras, ligado a la salud y la vida, y como tal es atributo de Apolo y Asclepio, dios de la medicina. Pero también aparece ligado a la muerte y a las fuerzas maléficas, siendo este el aspecto que se impuso en el imaginario colectivo occidental.