domingo, 25 de julio de 2010

ARTEMISIA II DE CARIA

Sin salir de la "National Gallery" encontramos este pequeño cuadro de Mantegna (pintor italiano del s. XV). La obra, que en realidad forma parte de un díptico, está realizada de manera que parezca un bajorrelieve. El título es sólo descriptivo: "Mujer bebiendo". Sí, pero ¿quién es esa mujer y qué es lo que está bebiendo? La información que acompaña al cuadro nos sugiere dos posibilidades: o Sofonisba, hija del general cartaginés Asdrúbal, mujer tan especial, al parecer, que Masinisa, rey númida, decidió ayudarla para que no sufriera la humillación de ser prisionera de los romanos: le ofreció una copa con veneno que ella bebió sin dudar.
Me gusta más, sin embargo, la segunda opción: se trataría de Artemisia II de Caria, región al sur de la actual Turquía, que en el siglo IV a.C. era una satrapía o provincia del imperio persa (mirad el mapa)Artemisia se casó con su hermano Mausolo, que desde el año 377 a.C. era el sátrapa o gobernador de Caria. A la muerte del marido y hermano ella asumió el gobierno de la región durante los dos años que le sobrevivió. Si es esta la mujer que pintó Mantegna, la copa que se lleva a los labios contiene las cenizas de su esposo, que, mezcladas con vino, bebió hasta su muerte: tal fue el dolor que en ella provocó su pérdida. De alguna manera quiso convertirse en el sepulcro viviente del ser amado.

Pero no fue el cuerpo de su esposa el único sepulcro de Mausolo: Artemisia encargó a los mejores escultores y arquitectos de la época que construyeran un monumento funerario en honor a su marido: lo que conocemos como el Mausoleo de Halicarnaso, una de las Siete Maravillas del Mundo. Y así, del nombre propio del sátrapa de Caria, deriva el de los comunes mausoleos: suntuosos monumentos funerarios.
Y suntuoso debió de ser, a juzgar por las noticias que de él nos quedan (desapareció en un terremoto a principios del s. XV) : una estructura rectangular en mármol blanco; sobre ella, más de cien columnas jónicas que soportaban una pirámide escalonada. Rematando el conjunto, una colosal cuádriga, probablemente con las efigies de Artemisia y Mausolo. Arriba tenéis una imagen de lo que pudo ser.

Hoy en el lugar sólo quedan ruinas, pero para admirar los pocos restos que sobrevivieron al terremoto y al posterior saqueo, nos basta con abandonar la "National Gallery" y encaminarnos al "British Museum", donde, entre infinidad de valiosos vestigios de las antiguas civilizaciones, conservan fragmentos de uno de los colosales caballos que tiraban de la cuádriga.

Y las preguntas siguen: si la nuestra es Artemisia II, ¿quién fue Artemisia I? Averigüarlo os ayudará a entender que las mujeres no siempre estuvieron ocultas en las sombras de la Historia.

Imposible cerrar esta entrada sin dejar uno de los más hermosos dibujos que hasta hoy se podían ver en el "British Museum" (exposición temporal de Dibujos de los Maestros del Renacimiento italiano). El rostro de otra mujer que salió de la mano de Leonardo. Sobran las palabras.

viernes, 23 de julio de 2010

DE MITOS POR LONDRES

Cualquier ocasión y lugar son propicios para recordar leyendas conocidas o para conocer otras nuevas. Y así, recorriendo un domingo de julio las salas de la "National Gallery" ( foto a la izquierda), a nuestro encuentro vinieron dioses y diosas, héroes y sátiros, monstruos y ninfas. Algunos mostrándose sin pudor como viejos amigos, otros ocultos bajo sabias pinceladas, buscando la complicidad de quien los contemplaba. De Tintoretto a Luca Giordano, del inglés Turner al francés Claude: en sus obras están los personajes y las escenas de los mitos tantas veces contados desde la antigüedad.

Aquí quedan sólo algunos: los que me atraparon con su luz, o sus sombras, con una mirada o un gesto.

El primero fue Turner, londinense del s. XIX, considerado "el pintor de la luz", y sin duda el pintor británico por excelencia. Este óleo, "Ulises burlando a Polifemo" , impecable en su técnica, atrapa el momento en el que Ulises y sus compañeros se alejan de Sicilia tras haber escapado, gracias a la astucia del rey de Ítaca, de la brutalidad del cíclope hijo de Poseidón. El gigante se adivina en las sombras, sobre las montañas a la izquierda, seguramente oyendo unas palabras que no olvidará: "Si alguna vez alguien te pregunta quién te dejó ciego, dile que fue Ulises, rey de Ítaca". En el centro la nave del héroe, y a la derecha, en el horizonte, el Sol comienza su cotidiana carrera, tirado por unos caballos que apenas se intuyen.

El hijo del Sol, el joven e imprudente Faetón, quiso conducir por un día el carro y los caballos de su padre. Pero, como seguro que recordáis, desoyó los consejos paternos, y en su loca carrera por el cielo perdió el control del carro: al acercarse demasiado a la tierra dicen que convirtió en desierto la mayor parte de África e hizo que se volviera negra la piel de los etíopes. Ante tamaño desastre, Júpiter se vio obligado a lanzar un rayo para detener los caballos. El joven auriga cayó y se ahogó en el río Eridano (el actual Po). Es el momento que nos ofrece el pintor barroco alemán Johann Liss (s. XVII) en su cuadro "La caída de Faetón": el joven Faetón se precipita envuelto en una nube de fuego ante la mirada de pánico de sus hermanas y del propio río que lo acogerá, representado como un anciano.


A la misma época pertenece otro pintor barroco, en este caso italiano: Luca Giordano, que pasó diez años en España, dejando frescos en el Monasterio de El Escorial y en otros lugares de la capital. De él queda aquí "Perseo petrificando a Fineo y sus secuaces". En efecto, tras conseguir la cabeza de la gorgona Medusa, sabemos que el héroe rescató a la joven Andrómeda de ser devorada por un monstruo marino. Pero a la boda entre Perseo y Andrómeda se oponía Fineo, tío y prometido de la hermosa joven. Por lo que a Perseo no le quedó más remedio que, en medio del banquete nupcial, sacar la cabeza de Medusa, que aún conservaba su poder petrificador, y deshacerse de su contrincante y cuantos le ayudaban. ¿Veis el color de la piedra que ya van adquiriendo quienes no han podido escapar a tan terrorífica mirada?Casi un siglo antes, Tintoretto, probablemente el último gran pintor del Renacimiento italiano, nos desveló con gran vehemencia "El origen de la Vía Láctea". El mito lo conocemos: Júpiter deseaba la inmortalidad para su hijo más especial: Hércules. Así pues hizo que Mercurio lo acercara al seno de la tantas veces burlada y traicionada esposa Juno. Pero la diosa despertó inesperadamente y la leche brotó de su pecho, creando el camino de estrellas que conocemos como la Vía Láctea. Júpiter aparece en segundo plano, en forma de águila, con el rayo entre las garras; el pavo real acompaña siempre a la diosa Juno (recordad la leyenda de Argos, el de los cien ojos). Y aunque poco se ve en la imagen, del pecho derecho de Juno brota otro chorro de leche, del que sobre la tierra nacerán lirios.

Dos pintores franceses nos hablan desde las salas de la "National Gallery" del mito de Eros y Psique. Para recordarlo mejor, os aconsejo que leáis la entrada que hizo Ana Mª Sánchez sobre esta cautivadora leyenda. Al siglo XVIII pertenece Fragonard, olvidado por la crítica durante un tiempo. "Psique enseñando a sus hermanas los regalos de Cupido", cuadro cargado de voluptuosidad, como muchas otras del mismo pintor, refleja el momento en el que la bellísima Psique, figura central, llena de luz y perfectamente perfilada, enseña a sus envidiosas hermanas los regalos que le ha hecho su marido, de cuya compañía sólo podía disfrutar en las sombras de la noche. Sus hermanas, a quienes corroe la envidia, la acabarán convenciendo para que descubra el rostro del amado. El final, trágico, como es de esperar cuando los mortales ignoran las advertencias de los dioses.
Pero antes de hacer caso a sus hermanas parece que Psique tuvo un momento para dudar del malévolo consejo . Así la vemos en este cuadro que pintó un siglo más tarde otro francés, Claude Lorrain, maestro en matizar la luz para reflejar las distintas horas del día y que recurrió en infinidad de sus obras a escenas mitológicas. "Paisaje con Psique en el exterior del palacio de Cupido" nos permite contemplar a la bella joven pensativa y solitaria, con el castillo de Cupido recortándose en el horizonte. Sabemos que al final Eros la perdonó y consiguió para ella la inmortalidad.

El mismo Eros, podíamos pensar, que no muy lejos de la "National Gallery", parece dispuesto a disparar sus flechas sobre cualquiera de los miles de turistas que nos sentamos a descansar en la popular fuente de Piccadilly Circus . O tal vez no se trate de Eros, sino de su hermano Anteros, que castiga a los que desdeñan y no corresponden al amor de otros. ¡Mucho cuidado con los dioses!